30/09/2006

GONZALO ARANGO, 1967

La poesía no es útil para nada: no da la felicidad, no crea la justicia, no alimenta como el pan de trigo, no redime a los hombres. Tal vez los haga conscientes de vivir, despierte sus secretas rebeliones, excite sus posibilidades de libertad. Incluso, alumbre el camino, sin ser el camino. Sus pasos llegan hasta el umbral de la tierra prometida, hasta allí su reino. En la tierra prometida entra el guerrero, el que encarna la acción. El poeta se detiene en el reino que promete, que ilumina, que canta. Está hecho para el sueño. Su misión es soñar nuevos mundos, abrir nuevas puertas, elevar al hombre un poco más alto, embellecer la tierra que habita. Dejará lo posible por lo imposible; la realidad por la locura; la victoria por la aventura. Así es el poeta: visionario y audaz. Sin él, el mundo sería un desierto razonable.